Buenos, malos y antagonistas: el porqué de Darth Vader

Siempre tuve muchos problemas a la hora de pensar el mal, quizás por mi descreimiento de Satanás y la lógica consecuencia: la negación de la existencia del mal absoluto. O quizás porque no tengo mucha imaginación. Porque, pensémoslo, el mal, el lado del mal, siempre tiene que beneficiar a alguien. De lo contrario, no tendría acólitos ni seguidores. De este modo, podríamos pensar al “villano” como un personaje con las mismas cualidades que nuestro héroe, pero en la vereda contraria. Pero construir un villano así lleva a un ligero envilecimiento de nuestro héroe. A la tragedia.

Reconocer en el villano valores que consideramos propios (para qué vamos a negarlo: nosotros siempre somos los “buenos”) trae otra característica de este tipo de villano: este personaje no se reconoce como “el malo”, simplemente lucha por su causa. Reconocerle cualidades como honor, lealtad, valor, etc. hace mucho más interesante el desarrollo del antagonista (y sería más correcto nombrar a esta clase de personajes de este modo) y nos quita la comodidad de lo absoluto, cosa que podría plantear un montón de dudas morales en nuestros protagonistas. Y ahora estoy pensando en Sarah Connor. Más precisamente, en cuando intenta hacer lo que de una vez por todas acabaría con la amenaza que se cierne sobre la humanidad: asesinar al creador de Skynet, Miles Dyson

Asesinar al “padre” del antagonista, antes de que este haya nacido... Una reacción en espejo de las acciones del villano de la historia. Un cierre circular de paradojas temporales retroalimentadas. Llegado el momento, Sarah se encuentra con Miles, pero también se encuentra con una esposa y un hijo. Como es de esperar, Sarah no asesina a Miles. Claro: los buenos tienen que ser buenos, y cómo podrían serlo si replicaran las acciones del villano. Pero soñemos un minuto con que Jolibud no es políticamente correcto, que no recurre a este tipo de cosas que nos mantienen seguros y calentitos junto al fuego acogedor de “el lado de los buenos”. Pensemos por un segundo que Terminator 2 (una de las más grandes películas de acción) realmente quisiera plantearnos conflictos morales, que quisiera ir un paso más allá para que Sarah terminara volándole los sesos a Miles Dyson delante de su esposa e hijo… Hasta escribirlo es incómodo.

En este escenario, el desenlace para nuestros protagonistas no es más que una tragedia. Sí, derrotaron definitivamente a Skynet y nos salvaron de las otras cuatro olvidables secuelas de la franquicia, pero esta victoria llegó utilizando los modos del villano, quebrando al héroe: Sarah ya no es la chica inocente de la primera película, ni la guerrillera dura pero de moral intachable que criaba a su hijo para salvar a la humanidad. Pero Terminator no quiere llegar tan lejos, porque Terminator es una aventura de acción

Y si hay algo que nos prometen las aventuras es la seguridad del triunfo. En toda aventura hay momentos de tensión, de peligro incluso, pero algo en el trato que nos propone la obra nos dice que todo va a salir bien. No solo nos dice que el mal será derrotado, también nos promete la seguridad moral de nuestros héroes (y, por ende, también la nuestra). Volvamos con Sarah, la políticamente correcta, la que nos hace sentir bien por amarla, porque no tienen ningún desliz asesino. Lo que nos dice Terminator 2 es “Skynet es el malo”, el malo malo, irredimible, anónimo, inhumano, ese tipo de malo, el que nos da la tranquilidad de pensar que su aniquilación es un acto de bondad absoluto y, por lo tanto, está fuera de toda discusión. Pero esta maldad absoluta y perfecta que exonera a nuestros héroes es la misma que hace del antagonista un personaje imposible de desarrollar. Por eso, Skynet nunca aparece. Skynet quiere la aniquilación de la humanidad... ¿en pos de qué? Quiere su aniquilación para que alguien quiera detenerla. Si Skynet quisiera la aniquilación de la humanidad para dar paso a una forma de vida nueva, Sarah, John y Arnold también estarían siendo los genocidas de una nueva especie… Y nadie querría tener la figura de acción de un genocida en la repisa de su cuarto. Por eso, solo sabemos que la malvada inteligencia artificial devenida en APP quiere aniquilar a la humanidad, por eso solo sabemos que Palpatine quiere dominar la galaxia porque… mmm… porque quiere prohibir el uso de medias con rombos, ponele. Y es por eso que existe Miles Dyson o Darth Vader. Es el antagonista interesante que, al final de cuentas, termina haciendo el trabajo sucio para que el héroe llegue impoluto a la entrega de medallas. 

Por eso, Miles termina suicidándose, haciendo lo que estaba, según la lógica de la aventura, prohibido para Sarah. Por eso, Darth Vader es quien termina asesinando (aunque ahora sabemos que todo eso fue en vano y carente de un impacto real) al emperador. Podríamos entonces decir que la aventura es la eterna lucha del bien contra el mal, donde el bien triunfa y, más importante aún, triunfa con sus herramientas quedando libre de todo cuestionamiento moral, mientras que la tragedia es el enfrentamiento del mal contra el mal, en tanto y en cuanto el bien debe quebrarse y ensuciarse para vencer al mal en sus propios términos. Ahí, la victoria del protagonista es un simple desenlace.

Entonces, ¡honremos a los Darth Vaders de la vida que permiten que la historia sea interesante, que los buenos sean buenos del todo y que los villanos sean malos de toda maldad!, por más absurdo que eso sea.

Etiquetas: La columna de El Santa

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